DEPORTES
18 de noviembre de 2024
GATICA
Especial Alejandro Arnedo
Nació en una fecha patria y se convertiría en uno de los primeros ídolos de nuestro boxeo, hay quienes dicen que fue el segundo ídolo popular después de Justo Suarez, el Torito de Mataderos, aunque en el medio Pascual Pérez lograría el primer título mundial de boxeo para la Argentina.
Lo cierto es que el 25 de mayo de 1925 en Villa Mercedes, Provincia de San Luis nació José María Gatica, el popular Mono.
Su familia, como tantas familias del interior, se mudaría a Buenos Aires buscando un mejor porvenir y mejores oportunidades. Eran tiempos en que en nuestro país se vivía la famosa "década infame", ese periodo político que se dio luego del primer golpe militar de 1930, el que derrocaría a Hipólito Irigoyen iniciando una práctica tristemente conocida. Tiempos también de un mundo convulsionado, una época de guerras mundiales y ante ese panorama exterior la Argentina debió adoptar una política de sustitución de importaciones. Nacía así una incipiente industria nacional que necesitaba de mano de obra y por consiguiente de obreros. Así es como comenzó a conformarse nuestro conurbano. Hacia allí fue la familia Gatica.
Como a tantas otras familias la llegada a la gran ciudad no les resultó sencilla y el pequeño José María tuvo que salir a trabajar para ayudar a sus padres. Así es que se convirtió en canillita y lustrabotas, por las noches además limpiaba en una lechería.
La calle era un lugar duro para los chicos y muchas veces había que defenderse a golpes para no ser llevado por delante. En ese punto es que José María comenzó a destacarse. Tanto fue así que un comerciante de origen albanes ligado al mundo del boxeo de nombre Lázaro Koczi lo acercó a un club en el que peleaban marineros por plata y diversión. En este club denominado "La Misión Inglesa" Gatica peleaba con hombres que lo doblaban en peso y a pesar de eso les propinaba considerables palizas. La plata que empezó a ganar le rendía mucho más que sus anteriores oficios: 20 pesos por pelea y llegaba a hacer hasta 3 peleas por noche. No pasó mucho para que concluyera qué el boxeo era su puerta de escape a la pobreza.
En 1942 perdió la final del campeonato Sudamericano amateur en Ecuador ante Alfredo Carlomagno. En 1944 se consagró como ganador del campeonato Guantes de Oro en la categoría pluma.
Ya para 1945 comenzaría su etapa como profesional, un año significativo para la política nacional y que también forjaría el destino del púgil puntano.
Su debut como rentado se dio ante Leopoldo Mayorano el 7 de diciembre de ese año y fue knock out en la primera vuelta.
Luego vendría una extensísima carrera de 94 combates, con 85 triunfos, 7 derrotas, 1 empate y 1 combate sin decisión.
A la par forjó una relación con el presidente Juan Domingo Perón y Eva Duarte, de quienes era incondicional, incluso fue gran amigo de Juan Duarte, el hermano de Evita.
En 1950 peleó en Las Vegas frente a Terry Young ganando por la vía rápida y dejando una buena impresión. Allí se perdió en largas noches de fiesta lejos del gimnasio y el apego al entrenamiento en un deporte que pasa facturas y es de las más caras. Por esos días comenzó una relación con una mujer puertorriqueña y era complejo encontrarlo, incluso pasó a ser casi un asunto de estado
La oportunidad mundialista le llegaría el 5 de enero de 1951 en el Madison Square Garden ante el norteamericano Ike Williams. Llegó al compromiso sin la menor preparación y resultó una gran decepción ya que cayó derrotado por knock out en el primer round.
Su popularidad hacía que sus peleas se dieran con un Luna Park a tope y su identificación política dividió al público entre Peronistas y antiperonistas, incluso su apodo de "Mono" se dice que fue ideado por sus detractores ya que no le gustaba que lo llamaran así, sus seguidores le decían "Tigre".
Gatica a su vez se prendía en esta divisoria de aguas, se dice que antes de los combates en el Luna hacía regalar entradas a aquellos que andaban de camisa, a quienes vestían saco no porque eran oligarcas.
La caída de Perón en septiembre de 1955 significó a también a la vez su propia caída: por su identificación con el Peronismo le fue quitada su licencia para boxear, en una muestra más de que la grieta y la intolerancia no es un invento de nuestros días. Tal es así que comenzó a pelear clandestinamente. En julio de 1956 se daría su último combate en el Lomas Park: venció por KO a Jesús Andreoli en cuatro rounds pero la policía lo llevaría detenido desde el ring por ser un ícono peronista.
De allí en adelante se le complicaría su subsistencia. Martín Karadagian, con la intención de darle una mano, organizó un combate en la cancha de Boca. Al parecer las cosas no salieron bien y cuentan que luego de unos golpes qué no le gustaron a Martin este le haría una toma de catch en la que lesionaría a Gatica en uno de sus tobillos produciéndole una lesión crónica.
Los caminos se le cerraron irremediablemente
El 10 de noviembre de 1963 fue a ver su querido Independiente en la vieja doble visera y a vender muñequitos para ganarse el mango. Era un clásico contra River en el que el Rojo se impuso a los Millonarios por 2 a 1. A la salida de la cancha tomó el 295. Al llegar a Herrera y Pedro de Lujan su pie, aquel que le quedara con una lesión después de combatir con Karadagian, le falló, trastabilló y cayó del estribo. Llevaba su perrito en brazos y no quiso soltar a su fiel amigo, tal vez el único amigo que le quedaba, el que no era "amigo del campeón" con tanta mala fortuna que las ruedas traseras pasaron por sobre su humanidad. Agonizó durante dos días. Fue el trágico final del Mono Gatica, con solo 38 años.
Una multitud incrédula se agolpó primero en el Hospital Rawson esperando el milagro, luego en la Federación de Box donde fueron velados sus restos por gestión de Pedro Quartucci, figura del espectáculo y también campeón olímpico como boxeador en su juventud.
La caravana hasta el cementerio de Avellaneda fue impresionante y tardó más de siete horas llegando a destino recién al anochecer.
Ese pueblo asistía incrédulo y con dolor a la despedida de su ídolo, aunque por los injustos infortunios que padeció en sus últimos años Gatica, por el simple hecho de haberse identificado con un signo político, le fueron marcando de mucho antes su camino hacia el final.
Pero los ídolos no obstante nunca mueren en el sentir popular, sobreviven a cualquier muestra de intolerancia. Las leyendas se transforman en mitos y así permanecen vivos en la memoria de la gente, esa gente que vivió como propia la marginación de Gatica, esa misma gente que en aquel anochecer de Avellaneda lo despidió cantando la Marcha Peronista.