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DEPORTES

13 de noviembre de 2024

UN STREAMER EN EL CIRCO KITSCH

Especial: Walter Vargas

Charles Chaplin supo observar que vista desde lejos, la vida es una tragedia, pero que vista desde cerca, es una comedia. Pues bien, señores. El presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Carlos Tapia, Chiqui (vaya apodo de personaje bonachón de dibujos animados para alguien de porte y actos tenebrosos), ha conseguido lo que ni Chaplin, ni la ciencia, ni los extraterrestres –que se suponen de una inteligencia superior- han podido ni podrán: condensar tragedia y comedia en un continuun de derivaciones insospechadas, mas no por insospechadas de inferencia en contexto de apocalipsis. ¡Ay, querido fútbol argentino! ¡Ay, querido fútbol, ¡cómo te manipulan, envilecen, degradan, humillan! De Tapia y sus secuaces, socios, adláteres y alcahuetes que levantan la mano en la AFA, así esté votándose la innovación de que después del lunes, viene el miércoles, ya sabíamos casi todo. En rigor, tratándose del ciclo de Tapia, después del pleno que metió con la elección de Lionel Scaloni como entrenador de la Selección Nacional y la conquista de la Copa del Mundo de Qatar, salta a la vista (más bien, produce dolor de ojos), una delegación de derechos omnipresentes que roza la obscenidad. Se le ha otorgado la potestad de elegir desde el color de las cortinas de las ventanas de la AFA, hasta manipular las decisiones del VAR, esto es, incidir de forma directa en circunstancias que determinan el resultado de un partido. Y eso, al tiempo que se domestica a la peor camada de árbitros de que se tenga memoria con la venia de otro señor de reputación dudosa: ¡Fernando Beligoy! Beligoy: Director Nacional de Arbitraje… Y eso, mientras Tapia pergeña los campeonatos más absurdos del planeta, modifica reglamentos a su antojo a mitad de camino de una presunta vigencia, anula los descensos en la mitad del río y, en general, reparte caramelos a los dirigentes de los clubes que se postran y a los que no se postran les aplica las vendettas que sean menester. Pero, entonces, ¿por qué ya sabíamos “casi todo”? Porque en Tapia y en la AFA de Tapia jamás se sabe cuál será la próxima perfomance circense. El lunes, en la cancha de Deportivo Riestra, se perpetró una de las mayores si no la mayor desvergüenza de la historia del fútbol argentino. Un joven “streamer”–cuyo nombre este cronista se niega a referir- se dio el gusto de jugar 78 segundos en Primera División. El episodio, tocado al pasar o ignorado por ese clase de periodistas que por un par de billetes son capaces de subastar a su madre, superó de forma holgada y literal aquellas célebres humoradas de Hugo Gatti jugando un rato de delantero centro en un partido amistoso de Boca, o la experiencia similar de la que disfrutó Guillermo Cóppola. Esta payasesca jugarreta “de marketing” (de circo berreta y oprobioso, según juzga quien garabatea estas líneas), como sin tapujos la definió el DT de Riestra, Cristian Fabbiani, fue consumada con premeditación y alevosía, puesto que para que el joven de marras haya podido ejercer el rol de futbolista profesional, antes debió de haber constado en la lista de buena fe que el club del Bajo Flores inscribió en la AFA. ¿Se han preguntado cuántos miles y miles y miles de aspirantes a jugadores de Primera afrontaron la exigente travesía de infantiles, divisiones menores y Reserva, incluso con la firma del primer contrato, pero jamás se les concedió la posibilidad de debutar? ¿Se han preguntado cuántos miles y miles y miles de genuinos soñadores quedaron en el camino, se volvieron viejos o murieron si haber alcanzado la quimera de jugar un minuto en Primera División? Que levanten la mano los que han pensado en lo expuesto. ¡Caramba! Qué pocos son. Es evidente que algo huele mal en la Dinamarca del fútbol. Que algo huele mal en el rumbo que ha tomado la vida propiamente dicha.

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