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DEPORTES

1 de septiembre de 2024

A 55 AÑOS DE UN PAPELÓN

ARGENTINA ELIMINADA DEL MUNDIAL '70
Especial: Walter Vargas

Ayer nomás, el domingo 31 de agosto de 1969, el fútbol argentino consumó un papelón histórico: de cara a una multitud entre iracunda y asombrada, viceversa, quedó eliminada del Mundial que hacia la mitad del 70 ganaría Brasil con el legendario ballet de Pelé, Rivelino, Tostao, Jairzinho, Gerson, Clodoaldo y Carlos Alberto. El Brasil del supremo “Jogo Bonito” que en la final humilló a una Italia de nombres respetables que venía de eliminar a Alemania a través de un metegol-entra de 4-3. Puestos al margen los Mundiales de 1950 y 1954 (a los que no se concurrió por complejas razones que no vienen al caso), el de México 70 es el único al que la Selección Nacional no concurrió por no dar la talla en la cancha propiamente dicha. Vale, pues, el presente histórico: Tras el decoroso Mundial de Inglaterra 66 (el de la expulsión de Rattin, víctima de un árbitro alemán, calvo y pillo), se da por descontado que la AFA por fin se pondrá a tono con el imperativo de la hora: claridad y seriedad. Qué va. ¿Qué se pensaban, señores? Argentina, crisol de razas, granero del mundo, tierrita santa, fecunda y generosa. Veamos: en tiempos de dictadura militar, Valentín Suárez asume como interventor y nombra como DT de la Albiceleste a Adolfo Pedernera, un respetado y prestigioso entendedor con chapa de sabio de la tribu. Desde entonces, hasta el comienzo de las Eliminatorias, ya en 1969, se opera una desquiciante sucesión de interventores de la AFA y entrenadores de la Selección. En la primera lista constan Armando Ramos Ruiz y Aldo Porri. En la segunda, Jim Lopes (un curioso personaje mitad argentino, mitad brasileño, que en sus años mozos había sido boxeador), Carmelo Faraone, José Minella y Humberto Maschio. Pero hete aquí que el Bocha se siente sobrepasado por el cargo, se excusa, saluda y se va. Entonces, ¿a quién llaman para que ocupe el rol de bombero? A Pedernera. A las apuradas, don Adolfo arma un plantel de dudosa pertinencia y nulo ensamble. Esto es, todo lo que puede salir mal, saldrá mal. En un grupo de tres Argentina debuta en La Paz, juega pésimo, pierde 3-1 (empate transitorio del Conejo Tarabini) y para peor se arma una trifulca de proporciones entre varios jugadores criollos y los carabineros bolivianos. La segunda presentación es con Perú en Lima, donde un empate sería un negoción. Pedernera cambia medio equipo, se juega igual o peor que en La Paz y los dos puntos quedan en casa: gol de Perico León. Ya en zona de derrumbe o milagro se encienden velas para que Bolivia derrote a Perú. Si se da, ambos vienen a la Bombonera y ya se sabe que en la Bombonera todos los adversarios se hacen encima. Bolivia vence a Perú, viene a la Ribera y con un equipo de pobreza franciscana juega de igual a igual, para caer solo por 1-0 por un penal inexistente que el infalible tucumano Albrecht traduce en gol. El 31 de agosto de hace 55 años llega a la Bombonera la mejor selección peruana de todos los tiempos, la que dirige Didí y en el Mundial quedará eliminada por Brasil tras 90 minutos memorables. Pedernera vuelve a meter mano y elige un Once de nombres rutilantes y rendimiento que para qué vamos a entrar en detalles: Cejas, Gallo, Perfumo, Albrecht, Marzolini, Rulli, Pachamé, Brindisi, Marcos, Yazalde y Tarabini. Dos veces se ponen en ventaja los incaicos… ¡con un gol de un suplente! Oswaldo Ramírez, Cachito, veloz como un Fórmula Uno y de paciencia zen para definir frente a Cejas. Argentina empata por intermedio de un penal de Albrecht y ya en el final con una apilada de Alberto Rendo, Toscano, el que había sido interior derecho de “Los Matadores”, de San Lorenzo. En la última acción del partido y en pleno corazón y pases largos, Brindisi convierte el tercer gol gracias a un burdo topetazo en perjuicio del arquero Rubiños. Anulado. Final. Celebra Perú. Llora la patria futbolera. Desde esa aciaga jornada y durante unos cuantos meses, varios protagonistas resultaron repudiados de forma estruendosa. Silbidos, abucheos, insultos… el más damnificado fue Roberto Perfumo, atrapado en una costumbre de la época: los saques de arco eran cosa de un back centro, que tomaba carrera y sacaba un furibundo pelotazo al campo contrario. Muchos años después, en diálogo con un servidor, el Mariscal evocó aquello con una dosis de humorada: “contribuí a la unión nacional. Todo el país me puteaba a mí”.

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