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DEPORTES

26 de septiembre de 2024

LE DA EL PINET A RIVER PARA GANAR LA COPA?

Especial: Walter Vargas

El puñetazo en la mesa de instalarse entre los cuatro mejores de la Copa Libertadores supone para River un valor en sí mismo. Un mérito. Una conquista que ya consta en actas. Bien por River y bien por Marcelo Gallardo, que sin distinguirse demasiado del ciclo de Martín Demichelis en el indicador del juego propiamente dicho, sí estableció una diferencia providencial: cierto porte de equipo rocoso y un plus motivacional que el Muñeco maneja de taquito. ¿Esto supone que el River que eliminó a Colo Colo ha sembrado el miedo entre los posibles rivales en las fases decisivas? Ni por asomo. Eliminó a los chilenos sin superar el 35 por ciento de tenencia de la pelota ni en Santiago, ni en el Monumental, generó poco, llegó poco y su columna vertebral no residió en el “tomala a vos, dámela a mí”. Más bien en la gran prestación de Germán Pezzella (sobrado de jerarquía, acomoda la defensa, mejora a González Pirez y el bloque bajo Millonario transmite serenidad, eficacia), en el muy recuperado tucumano Matías Kranevitter (otro poroto para Gallardo) y en el refundado Franco Armani, que habrá sacado pocas, pero no por pocas, irrelevantes. Esto a favor, digamos todo, de la excesiva blandura de Colo Colo a la hora de poner la carne en el asador y acelerar de tres cuartos de cancha callle arriba. De Arturo Vidal y sus 37 abriles solo sobrevive la liturgia: mucha parla y cara de malo, cero colaboración real. Y a Javier Correa, que fascinado por los billetes verdes prácticamente huyó de Estudiantes (dicen las malas lenguas, que con la valija a medio hacer, camino de Ezeiza se sacó la albirroja y se puso la blanca), el gol le ha retirado el saludo. Un River, para que sea dicho ya, muy similar al del primer Gallardo: batallador, de suela expeditiva, calculador, casi amarrete, que se contenta con tener los partidos en piloto automático y en aprovechar algún acierto en el fondo de la vereda ajena. Allá, la cabriola de Pezzella. Acá, la corazonada de Facundo Colidio a favor de un tremendo despiste trasandino. ¿Y ahora? Ahora el Atlético Mineiro de Gabriel Milito, después de sufrir en Río de Janeiro y bailar a Fluminense en Belo Horizonte, en lo que a la sazón resultó la versión más elevada de un equipo poblado de figuras (varias de las cuales pasaron por clubes de Europa), dueño de una extrema facilidad de transiciones de pelota al ras y profundidad, pero, ojo con este detalle, de poco gol. La noche gloriosa del tosco Deyverson bien podría ser una excepción. Otra tendencia por tenerse en cuenta: como todo equipo de Milito, sufre pronunciadas bajas de tensión y de desconcierto. Baste con recordar lo que costó dejar en el camino a un San Lorenzo con más problemas que el Sargento García con el Zorro. Favorito -a no esquivar el bulto-, favorito es Atlético Mineiro. Por nombres, jerarquía y, pese a los desniveles ya referidos y su opaco presente en el Brasileirao, de porte de equipo peligroso y codicioso. Sin embargo, River anda crecido, ilusionado y juramentado. Y por si fuera poco definirá en el Monumental contra todos los que rayen.

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