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DEPORTES

10 de septiembre de 2024

CINCO PARA EL PESO

Especial: Walter Vargas

En Barranquilla, la Selección Nacional ganó en todos los indicadores que desvelan a los fundamentalistas de las estadísticas: superó a Colombia en tenencia global de la pelota (53 a 47), en precisión en los pases (85 a 82) y en remates al arco (13 a 9). Pero los partidos de fútbol exigen casillero verde pleno en otros indicadores: a la cabeza, contundencia; y luego, en orden ambición, precisión, determinación, agresividad, elaboración y planetas alineados. También, por qué no, la Selección careció de un Lionel Scaloni más expeditivo, que priorizó meros cambios de figuritas (Nahuel Molina por Gonzalo Montiel y Marcos Acuña por Lisandro Martínez: Molina resultó “ni”; en cambio el Huevo dio la talla con holgura por una banda izquierda que esta vez sí tuvo en el tumultuoso Nicolás González una influencia postiva. Gol incluido, desde luego) y , el tranco cansino de Lo Celso en lugar de Paulo Dybala, lejos de ser el último sorbo de agua en el Sahara, pero dueño de una chispa en el uno contra uno de la que carece Gio. Dybala invitaba a bastante más de esa miseria de minutos concedidos por el Gran DT. En cambio, nobleza obliga, Scaloni honró lo cantada que estaba la entrada de Alexis Mac Allister. Salvadas las distancias que será menester salvar, ausente Messi, el coloradito más destacado de la dinastía del otrora tosco Colorado pampeano es el hombre en mejores condiciones de jugar la pelotita redonda y con sentido. En Barranquilla, Alexis no brilló, ni siquiera levantó demasiado el rendimiento promedio del equipo (entre 4 y 6 puntos), pero ya sabemos que en cualquier orden de la vida hacer lo correcto no viene con satisfacción garantizada. Menos, para el caso, cuando Colombia enrolló la bandera del presunto tiki-tiki y en los veinte minutos finales se dedicó a morder el reloj de forma descarada, con la anuncia de un árbitro chileno de un inconfundible tufillo a Pilatos. Así y todo pudo haber sido empata si entraba el cocazo de Nico Otamendi o si Lautaro Martínez (peleado con su sombra, lo mismo que Julián Álvarez) hubiera ajustado la actitud y la mira en siquiera una de la media docena de oportunidades de que dispuso. Algunas, netas; y otras que los periodismos tendemos a negar como netas porque antes del desenlace en el área faltó una gambeta, un tranco más decidido y, a veces, una dosis de confianza. En fin. Las Eliminatorias proseguirán en octubre, con el regreso de Messi y un fixture piadoso. Por ahora, las alarmas argentas están desactivadas y en cambio otras son atronadoras. Miren a Chile: perdió con Bolivia en Santiago, ya dan número para insultar al Tigre Gareca y cuando meten la mano en el fondo de la lata hay cinco porotos y cuatro lentejas.

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