El miércoles en el Monumental se consumó una de las actuaciones más brillantes de la Liga Profesional pronta a dar toque de retirada. Y no se trató por cierto de un jugador del opulento River, cuyo máximo objetivo era sumar tres puntos vitales para arañar una clasificación a la Copa Libertadores librada a las leyes de las aritméticas, las tablas acumuladas y clubes que abren cupos por una vía u otra. El campeón del presente torneo, el de la Copa Argentina, Racing ya coronado en la Sudamericana, bla bla bla. En rigor, el futbolista que regaló una clase de entendimiento del juego, de la pausa, del pase claro al compañero, del control del minutero y del segundero, se llama Iker Munian Goñi, originario de Pamplona, capital de Navarra (que, es menester recordarlo, siglos ha fue un reino poderoso), célebre por las fiestas de San Fermín y el legendario “Encierro”, forma consagrada de la tauromaquía hoy atacada sin denuedo por la Sociedad Protectora de Animales de aquí y de allá. Ver correr con inusitada e intimidante vehemencia a un puñado de toros separados de la gente por una hilera de tablones ejerce una fascinación de la que gozó el autor de estas líneas allá por julio de 1992 y de la que hoy, ya en el otoño de su vida, no se arrepiente, pero tampoco le da para sacar chapa en las tertulias de evocación. Munian es navarro hasta la médula y se ve que en Bilbao lo han considerado un vasco hecho y derecho. Por cuanto en el Athletic jugó nada menos que 560 partidos y es adorado por la afición que cada dos semanas puebla las gradas del nuevo San Mamés. Enfatizar este detalle no es menor si se tiene en cuenta que en Navarra, donde se respiran hábitos vascos, abundan los movimientos independentistas. Palabras más, palabras menos, vociferan: “nosotros somos navarros. Vascos son los de Bilbao, Donostia y todos los de por ahí”. En todo caso que se las arreglen los antropólogos, los sociólogos y los historiadores. Lo cierto, lo palpable, lo que nos atañe, es reponer el maravilloso partido que jugó Muniain en un San Lorenzo poblado de pibes y maduros terrenales, que anda siempre con lo puesto y que, de hecho, marcha en el puesto 22 de un campeonato de 28 competidores. En un radio que se localizó de área a área, a veces más cerca de su arco, a veces más cerca del arco de Armani, Iker dio una master class de ubicuidad, sensibilidad con la pelota al pie y ascendencia natural para hacer sentir a cada compañero un poco mejor de lo que es. También hizo un gol de penal en el que Armani mordió el anzuelo y salió disparado hacia el rincón de la nada. También pudo haber convertido otro gol, pero un defensor lo tapó in extremis. También fue aplaudido por algunos hinchas de River y silbado por otros. También Marcelo Gallardo dedicó a él una frase en la conferencia de prensa ("No voy a hacer mención a futbolistas que no estén dentro de mi equipo. Si hablo de todos los jugadores que son confesos hinchas de River, sería un lío...". En su momento reveló su deseo de jugar en River y al final San Lorenzo estuvo más despierto para ofrecer un contrato plausible a este pelirrojo de 169 centímetros y 65 kilogramos, joven todavía (el 19 de diciembre próximo recién cumplirá 32 años) que tiene pinta de crack y juega como lo que es: un crack.