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DEPORTES

20 de noviembre de 2024

ELIMINATORIAS: PANORAMA DESDE EL PUENTE

Especial: Walter Vargas

Después de haber jugado su peor partido en la portentosa era de Lionel Scaaloni (versus Paraguay en Asunción) y tras cumplir con el trámite de vencer al peor representativo peruano de que se tenga memoria, pero eso sí, con un gol de Lautaro Martínez que se evocará durante copiosos e indeterminados almanaques, la Selección Argentina es la única que concluye 2024 con fundadas aspiraciones de asegurar su boleto al Mundial de 2026 en marzo próximo. Y si no llegara a ser en marzo, a lo sumo a comienzos de junio. Ya habrá tiempo para evaluar el recambio en ciernes, cuántos potenciales conejos hay en la galera de Messi, cuántos sobrevivientes de la gesta de Qatar llegarán al Mundial de la “Triple Frontera” (Estados Unidos, México, Canadá), cuánta importancia se dará a la finalissima con España y, por último, o primero, cuál será el volumen de motivación de una Selección que se ha quedado a caminar la vida sobre un colchón de laureles. Un privilegio reservado para una pequeña elite en la mismísima historia del maravilloso deporte de la pelota número cinco. Argentina al margen, apreciamos un pelotón de cinco encaminados (por estricto orden, Uruguay, Ecuador, Colombia, Brasil y Paraguay), aunque separados por apenas tres puntos. Si lo consultaran a este humilde cronista, diría que ese quinteto entrará seguro, que el sexto cupo directo y el de repesca serán cosa de Chile (sí, Chile: tal parece el Tigre Gareca ha conseguido encontrarle el agujero al mate), Bolivia y Venezuela, y que a Perú no podría rescatarlo ni un operativo de la ONU. Pero, claro, tampoco será cuestión de tirar hipótesis, conclusiones y deducciones al revoleo sin una fundamentación mínima, vital y móvil. Aceptemos el desafío, que el movimiento se demuestra andando. Cortita y al pie. Argentina: ya sin Angelito Di María y con Messi mirando de reojo la oficina de ANSES, no deja de ser uno de los cuatro mejores equipos del planeta. Su techo ha bajado. Su piso, salvo en Asunción, su piso, no. El 95 por ciento de las selecciones del planeta envidian ese piso. Uruguay: superado el entuerto generado por la corneta de Luis Suárez, colegido un acuerdo de partes entre Bielsa y su tropa, han cerrado las heridas y se han abierto horizontes plausibles. Ecuador: Beccacece ha pasado por el peluquero sin que con los mechones por el piso se hayan ido al tacho de basura ideas frescas y más picardía de la que sugiere su DNI de tipo de 43 años. Y como en el plantel ecuatoriano el talento rebosa la alacena, la vida les ríe y canta. Colombia: las dos derrotas al hilo quizá operen como un indispensable baño de humildad. Un viejo problema de la comunidad futbolera colombiana es el de confundir los momentos de marea alta con la osadía de decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas. Brasil: ¿Quién lo hubiera dicho? En las Eliminatorias más fáciles entre las fáciles, hace puchero como un niño en penitencia y de a ratos repasa las tablas. Dos por dos, cuatro, y quintos a cuatro garbanzos del séptimo. Y para colmo cerrará con Bolivia en La Paz. Además, Dorival prueba que te prueba como si en las manos tuviera el Cubo Mágico, Vinicius está enamorado de su ombligo y Neymar paga el precio de su eterna “Livin la vida loca”. Paraguay: Alfaro acomodó todo: grupo, equipo, táctica, estrategia y confianza. ¿Qué más? Chile: una vida sin ganar, pero con paciencia zen Gareca movió tres o cuatro piezas de calidad. No sea cosa que el 4-2 de anoche no haya refundado a La Roja. Bolivia: los dos puntos que dejó en El Alto frente a los guaraníes, se sufren más que un dolor de muelas. Dicho esto, no es un equipo malo ni está dispuesto a tirar la toalla. Venezuela: adeuda dos ganables y cuatro perdibles. Imposibles no hay, siempre y cuando el Bocha Batista limpie la casa e inspire en sus jugadores el hábito de mirar el vaso medio lleno. Perú: “Hasta en el fútbol los milagros hay que merecerlos” (Roberto Perfumo dixit).

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