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DEPORTES

1 de octubre de 2024

ROMÁN EN SU LABERINTO

Especial: Walter Vargas

Una de las máximas expresiones de humildad de la que tengamos memoria es la de Albert Einstein, el genio alemán que se quedó con el Premio Nobel de Física en 1921. Dijo, don Albert: “Todos somos ignorantes. Lo que pasa es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Salvo alguna rara excepción que debe de andar por ahí, con los ex futbolistas que brillaron dentro de la cancha sucede un fenómeno que interpela la máxima de Einstein. Ellos suponen que como en el rectángulo de 105 por 70 entendían todo, o casi todo, y encima la Diosa Natura los había premiado con destrezas como para hacer dulce, cuando cuelgan los botines se llevan de la cancha las regalías de esas virtudes y pueden emplearlas a su antojo. Ejemplos, sobran, pero hoy nos atañe Riquelme, ayer uno de los más grandes futbolistas argentinos de todos los tiempos y hoy un presidente de Boca que destaca por una buena administración y por la bocanada de aire fresco que representa su franca oposición a las SAD (Sociedades Anónimas Deportivas). Y punto. Todo lo demás es un ego más grande que Shanghai y una modestia malamente disfrazada con su porte campechano, de termo y mate. ¿Lo han escuchado decir “me equivoqué”? Jamás, ¿verdad? (Bueno, pensándolo bien, en los argentinos la aceptación pública de un error es más difícil que escalar el Everest. Y así estamos). Pero no nos vayamos del Riquelme dirigente, vicepresidente, presidente, dueño de todas las decisiones gravitantes del fútbol profesional de Boca. Desde su llegada (diciembre de 2019), deglutió sin hesitar a cinco directores técnicos. Miguel Ángel Russo (menos mal que se consideraban amigos: casi 59 puntos de porcentaje, campeón de Primera División en 2019/20 y Copa de la Liga 2020); Sebastián Battaglia (promedio de puntos de 60.82 y DT de los equipos campeones de la Copa Argentina 2019/20 y Copa de la Liga 2022); Hugo Benjamín Ibarra (62.04 y campeón de Primera División y de la Supercopa Argentina en 2022); Jorge Almirón (62.02 y finalista de la Copa Libertadores 2023: derrota de 2-1 en el tiempo suplementario versus Fluminense); y el fin de semana último Diego Martínez, alias “El Gigoló”, cuya llegada fue más sorpresiva de lo que sería un aumento del 50 por ciento de salarios destinado por Milei a la clase trabajadora, y su salida, aun cuando Boca aún está con vida en la Copa Argentina, cayó de madura después de una infalible serie de tropiezos en los partidos más trascendentes. Competencias internacionales, clásicos, Superclásico, etcétera. Martínez puso pies en polvorosa con números de 55.55 y a la hora de ser escritas estas líneas los hinchas de Boca claman por el regreso de Guillermo Barros Schelotto y, al parecer, Román y su mesa chica apuestan al regreso de Arruabarrena, pese a que el Vasco tiene contrato en tierras saudíes, allí donde los dólares se pagan por kilo. En un contexto delicado, puesto que hablamos de un coloso como Boca, el ex imitador del Topo Gigio da nota selectivas, maltrata a los periodistas que muy de tanto en tanto formulan una pregunta con una pizca de sabor, pone cara de malo, y después, se supone, se retira a intercambiar ideas con su equipo de asesores, que por cierto no son Guardiola, Tuchel, Mourinho y Del Bosque. Son Marcelo Delgado, Alfredo Cascini, Mauricio Serna y Jorge Bermúdez. Al Chelo no se le conoce la voz, de Cascini lo más destacado que luce en su currículum es su porte de bravucón de panel de tevé, Chicho dice verdades igual de profundas que “después del lunes, viene el martes”, y El Patrón, por lejos el más inteligente y el más sensato, vaya uno a saber si mueve el amperímetro de un Riquelme más orientado y convencido en su saber que Cristóbal Colón y su creencia de que La Santa María, La Pinta y La Niña enfilaban hacia Las Indias.

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