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DEPORTES

27 de agosto de 2024

ÉRAMOS TAN POBRES

Especial: Walter Vargas

La supina y desconsoladora pobreza del fútbol argentino excede con holgura las flores nacidos en los pantanos: una, desde luego, es una excepcional Selección que se postula a ser considerada la mejor de todos los tiempos. Vale la pena insistir en la observación: comparar épocas es un ejercicio igual de inútil que irresistible. Sin comparaciones, qué digo el ejercicio periodístico; una tertulia de bar entre amigos, convertiría en algo soso y tedioso el rito sagrado de las cervezas, los maníes y las polémicas. La otra, de la que se desprende de la Selección sin dejar de explicar esa amalgama con algo de misterioso y un todo de maravilloso, es el notable magnetismo exportador que viene de la mano de los vientres criollos. Juraría que a la hora de ser escritas estas líneas, una madre argentina alumbra un bebé que dentro de tres lustros –año más, año menos- entusiasmará y desvelará a los cazatalentos de las grandes ligas. Para que sea dicho de una vez: el 80/90 por ciento de los mejores players argentinos no corre tras la pelota en las canchas argentinas. Viste una camiseta de la Premier, del Calcio, de la Ligue Uno e incluso de ligas con menos lustre como podrían ser, con el debido respeto, las de Chile, México, Arabia Saudí y Rusia, entre otras. (Pensar que los hinchas de River sacaban número para insultar a Esequiel Barco y el muchacho fue transferido al Spartak de Moscú como si cotizara en la Bolsa de Tokio). Ahora, ¿la incesante sangría, explica todo? No, definitivamente. Ningún fenómeno, pero ninguno, se explica por un único factor. Recomiendo poner la lupa en la formación que reciben los pibes de Divisiones Menores. Cuando un pibe llega a Primera sin saber controlar la pelota, jugar a un toque o hacer una pausa, el problema es suyo y, a la vez, ajeno. Esto es: de quienes lo formaron. Ergo: hay escasez de buenos maestros. Pero que los directores técnicos de Primera no se sientan el último sorbo de agua en el desierto. También ellos tienen una apreciable dosis de responsabilidad. Por ejemplo, en su apología de “la intensidad”. Hasta donde sé, intensidad es la facultad de tener presencia real en todos los sectores del campo, con una ajustada distribución de los players, flexibilidad en los ajustes (sea en la elaboración, sea en la marcación tras pérdida), superioridad numérica allí donde esté la pelota, anticipación y, el trébol de cuatro hojas, ¡lectura de juego! Falacias de la intensidad: intensidad no es correr a tontas y a locas; intensidad no es ocupar los espacios a los trompicones y a los mordiscones; intensidad no es amontonar jugadores; intensidad no es llegar tarde donde nunca pasa nada; intensidad no es estar en los lugares donde se suscitan los hechos, pero solo como testigo privilegiado: fútbol/selfie; intensidad no es una suma de esfuerzos inútiles; intensidad no es guitarreo para la tribuna. Continuará.

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