Fue una noche clásica de Copa Libertadores. Un típico partido trabado, luchado, con mucha fricción y poco juego. Dentro de ese trámite Peñarol fue un poquito más. Tal vez influido por la condición de local que lo obligaba a ir. Así logró quebrar el cero luego de una pelota mal defendida por Rojas y Colombo que derivó en una pésima salida de Arias y el gol de Terans a los 78 para el 0-1 definitivo. Un tanto que le otorga algo de tranquilidad a los Carboneros de cara a la revancha a jugarse el 19 de agosto en Avellaneda. No fue bueno lo de Racing que interpretó un papel que no conoce. Trató de no dejar jugar, se excedió en las faltas, fue conservador y se enamoró rápido del empate. Cuesta mucho encontrar situaciones de gol para la Academia sencillamente porque no las hubo. Apenas el ímpetu de Sosa desde el fondo y destellos de Almendra. El resto corrió, metió y le dió a la pelota de punta y para arriba. Allá a lo lejos quedaba incómodo y solitario Maravilla Martinez que no fue abastecido en toda la noche ni por Solari ni por Duvan Vergara y tampoco por Conechny cuando ingresó. Poco, muy poco para un equipo con aspiraciones. Es cierto que Costas aún está trabajando en la adaptación de los seis refuerzos que llegaron para darle una nueva fisionomía a su elenco pero no es bueno este comienzo irregular del semestre con 3 triunfos, 1 empate y 3 derrotas dónde parece haber perdido frescura y peso ofensivo. Es cierto que la serie está abierta pero para poder torcer la historia deberá la Acade mejorar mucho y animarse a jugar armando sociedades capaces de llevar la pelota con lucidez rumbo al arco uruguayo. Un párrafo aparte para la gente, esa multitud que viajó a Uruguay y se aguantó el maltrato de los organismos de seguridad que los hizo entrar al estadio a las 17 horas y salir después de la una de la madrugada, un atropello,un sinsentido. Ellos merecían otro resultado. Para cerrar solo queda señalar que el sueño sigue vivo, que no será fácil pero Racing en este proceso de los últimos 18 meses jugó muchos cruces picantes y sabe torcer historias adversas. Depende de sí mismo, de volver a creer, de recuperar la esencia.