DEPORTES
12 de diciembre de 2024
¿Y AHORA?
Especial: Walter Vargas
La excepcional conquista de Central Córdoba de Santiago del Estero en la Copa Argentina (tal si hubieran renacido los duendes del Torneo Nacional de 1967, cuando se constituyó en el primer equipo del Interior del país en vencer a uno directamente afiliado a la AFA: 2-1 a Boca en la Bombonera), suma énfasis a la incertidumbre acerca del desenlace de la Liga Profesional que tendrá lugar en Liniers y la Docta el domingo próximo.
Vélez es el único de los tres aspirantes que depende de sí mismo: si derrotara a Huracán sería campeón. A su vez Huracán depende de derrotar a Vélez y de que Newell`s sea capaz de quitar dos o incluso los tres puntos a Talleres. Es menester recordar que en caso de empate en el primer puesto se define por diferencia de goles a favor y en contra, etcétera. Hoy, a 72 horas del sprint final, hablar de un candidato firme sería un verdadero desatino. Si exageramos un poco, acaso no tanto, podríamos jugar con la idea de que en la casa de cada uno de los tres postulantes habita tanta esperanza como problemas habitan. Veamos.
Velez (48 puntos y +20): hace un par de meses jugaba mejor que todos y sumaba más que todo. De repente fue vapuleado por Central en Rosario y se convirtió en Harrison Ford en Indiana Jones. Barranca abajo, tratando de que no lo aplaste la roca. Pruebas al canto. Desde esa desdichada noche hasta la fecha 26 inclusive afrontó once partidos, en los cuales se impuso solo tres veces, empató en seis y perdió en dos, con apenas siete goles a favor y ocho en contra. Por si fuera poco quedó out su máximo talento, el wing Thiago Fernández, víctima de una lesión de las graves. Y anoche, en Santa Fe, perdió la final de la Copa Argentina. Las preguntas del millón caen del parral como un racimo maduro: ¿cómo hará Vélez el domingo para refundar su ánimo, su juego y su porte de equipo voraz y confiable? ¿Podrá su entrenador Gustavo Quinteros dar un uso providencial al intangible y a la vez legendario “inflador anímico?”.
Talleres (48 puntos y +9): el gran capital de los cordobeses es que encienden velas a una centenaria metáfora del turf: “caballo que alcanza, ganar quiere”. Hasta hace un par de semanas la prensa especializada porteña ponía la lupa en la declinación de Vélez y la tibieza de Huracán, al tiempo que pronosticaba de forma sutil que el campeonato sería cosa de una feroz arremetida de River o Racing. Y ya vimos qué ha pasado con ellos: River fue incapaz de salvar la ropa versus Independiente Rivadavia de Mendoza y Racing perdió al metegol con Estudiantes y dio pena frente a la Reserva de Central Córdoba (de los otros tres grandes tradicionales, qué decir: Boca se acordó muy tarde, Independiente da las gracias por haberse metido en el pelotón de arriba y San Lorenzo es un polvorín institucional, Miguel Russo trata de sacar la barca a flote y la fiel hinchada azulgrana exhibe más paciencia que un lama de Katmandú.) Pero volvamos a Talleres: omitido cómo lo fue, de la mano del Cacique Medina recuperó la plausible versión de un team en en el que la pelota circula redonda y profunda: ya clavó cinco plenos al hilo. Ojo con un equipo que se llevó los tres garbanzos de Mendoza, Santa Fe y La Plata. ¿Dónde reside la kryptonita del Superman cordobés? Se desgarró su as de espadas: Rubén Botta.
Huracán (46 puntos y + 12): el de Frank Darío Kudelka es un equipo más extravagante que Tarzán con medias. Hoy se parece al Bayern Münich, mañana se parece al Valladolid y pasado mañana a un rejuntado de los que se ven los sábados en los torneos de la Ciudad Universitaria. Tal vez el domingo consume la vendetta del célebre final del torneo birlado por Vélez gracias a la presunta mano negra del árbitro Gabriel Brazenas. Tal vez persista en su malsano hábito de la corriente alterna. En equis momento tuvo porte de candidatazo, pero su mejor delantero, Ignacio Pusetto, emprendió un hipnótico viaje a Ezeiza con los ojos tautados con el signo pesos y marchó, campante y feliz, a vestir la camiseta de Pumas de la UNAM: México. Llamaron de urgencia a Wanchope Abila. Hasta donde sabemos, Wanchope y la red han cortado relaciones.
Así planteado el escenario y vigente una verdad que no por ser de Perogullo deberá ser descartada (“es fútbol: cualquier cosa puede pasar, menos un nocaut, una puesta de espaldas o un set point”), el humilde autor de estas líneas se permite reponer un intríngulis: ¿Qué miedo es peor? ¿El miedo a perder o el miedo a ganar?